Maria Josefa de los Sagrados Corazones

Los santos, según una común definición, expresada en primer lugar por Mario Pomilio, son el quinto Evangelio viviente, por lo cual conocer los hombres de Dios, significa profundizar la historia y los lugares en los cuales Dios ha actuado con ellos.
Entre estos hombres de Dios surge en la Roma, y sobre todo en la Nápoles del XIX siglo, la figura de una Cofundadora y Fundadora, que no obstante en los muros de una clausura ha tenido un influjo en la historia de estas ciudades.
Es en estos lugares, donde ella ha prodigado todas sus mayores energías, y donde Dios la ha plasmado, come hace el alfarero con la arcilla, para usar una imagen apreciada por Jeremías y por otros profetas.
Partiendo de esta base, intentaremos entrar en el mundo de esta todavía poco conocida Sierva de Dios, Madre Josefa de los Sagrados Corazones.
Describir su vida de Monja significa narrar la historia de un largo viaje. De hecho, gastó diez años de su vida en Nápoles, cinco en Calabria, dieciocho en Roma, diecinueve en Isquia de Castro (VT), su ciudad natal.
Mas el viaje más fascinante que ella recorre es aquel interior. Su camino la lleva a salir siempre más de sì misma, y después de un largo “Sola a Solo” como la Virgen junto a la cruz, llega al umbral del “cara a cara” con Dios para reconocer su identidad de contemplativa y de Madre de los cientos de personas encontradas y por ella acompañadas, además de generaciones de monjas hijas suyas y herederas.